Global Sumud Flotilla pero no mucho.

La odisea pijo progre de liberar palestina

Relato Satírico

fotografía ilustrativa del artículo en tono Satírico ElNacionalista.net ha tenido acceso a una imaginaria transcripción de un live que nunca sucedió pero podría haber pasado.

¡Holi! Queridos followers de Instagram! Soy Álvaro de la Croix, el pijo-progre por excelencia, con mi cuenta de 50k seguidores comprados con la tarjeta de crédito de mi papi y edicada a causas justas, cafés orgánicos en Gracia y selfies con carteles de "No a la guerra" (pero solo si hay buen filtro).


Cuando oí lo de la Global Sumud Flotilla –esa armada humanitaria zarpando de Barcelona a Gaza para "romper el bloqueo genocida" con ayuda del postureo– pensé: "¡Jackpot! Seré el Ulises moderno, pero con filtro Valencia y un smoothie detox en la mano". Imaginadme: polo Ralph Lauren de algodón orgánico (hecho en fábricas éticas, obvio), gafas de sol de madera reciclada de palés del ikea y una mochila con pegatinas de "Refugees Welcome" llena de barritas proteicas veganas. ¡Iba a ser legendario! Stories en directo, un hilo en Twitter sobre "mi viaje al corazón de la resistencia" y, con suerte, un patrocinio de alguna marca de yoga solidario. #FreePalestine #ActivistaDeSofá.

Todo arrancó el domingo 31 de agosto (o septiembre, qué más da, el calendario es una construcción colonial de los heteruzos blancos) lo importante es que ahí estaba yo en el Moll de la Fusta, entre 300 almas "valientes" de 44 países –incluyendo a Greta Thunberg, con su aura de profeta eco-apocalíptica disfrazada de colón, y Ada Colau, que rompe lazos con Israel pero no con sus dietas de concejal porque somos progres pero no tontos –. Total que éramos una flota de... ¿37 barcos? ¿20? ¿O solo los que no se hundían solos por la inexperiencia de los patrones? Mi embarcación era un yate "sostenible" que olía a incienso de cogollos del club de fumadores y promesas vacías, capitaneado por un tipo con rastas que parecía más un monitor de surf que un lobo de mar. "¡A Gaza, a desafiar misiles y bloques navales!", gritábamos, mientras subía un reel: "De pijo a pirata humanitario. #SumudStrong #freepalestine".

Zarpamos a las 15:30, con vítores y banderas. ¡La odisea comenzaba! Pero, ¡oh, ironía del destino!, a la altura de Badalona –sí, Badalona, donde los chavales hacen bodyboard con tablas de marca Olaian del Decathlon– el mar decidió trollearnos. ¡Olas! Impensable encontrar olas en un mar, parecía un huracán bíblico castigo del dios judío del antiguo testamento, la prensa dice que no era un tsunami apocalíptico que eran solo olas mediterráneas de metro y pico, de esas que ni siquiera arruinan un picnic playero, pero "¡Condiciones extremas!", berreó el capitán, mientras un tripulante –un jovelandés que había llegado a España en patera cruzando el Estrecho en una balsa de neumáticos– decía "Hermano ,esto es broma, ¿no? tienes segarro?". ¡Qué ejemplo de resiliencia! Pero estas olas son... climáticas, ¿sabes? Culpa del cambio global". Chill que sé que Íbamos a una zona de guerra con cohetes volando, pero no era plan de mojar los equipos: "Bienvenidos refugiados, pero no me mojes el outfit".

Regresamos a las 16:30, apenas una hora de "aventura". Algunos barcos ni zarparon; otros llegaron a la playa de Badalona y volvieron como si hubieran visto a Poseidón cabreado. Yo, triscontento porque volvía con material para TikTok: "Primera prueba superada: el mar nos pone a prueba, pero nuestra resiliencia es inquebrantable. #FlotillaFailButNotReally". Pasamos la noche "reagrupándonos" en el puerto –traducción: recargando baterías de móviles, pidiendo Deliveroo vegano y culpando al "patriarcado climático" por el fiasco. Greta apelaba a la "resistencia ante el genocidio", y yo pensaba: "Resistencia a qué, ¿a mojarte el flequillo?". El chaval de la patera nos contaba historias reales de supervivencia,no es fácil quemar los pasaportes en altamar con el agua que te tiran las olas

Lunes 1 de septiembre, segundo round. ¡Ahora sí, con más determinación zarpamos de nuevo!, menos multitud, pero más postureo. El barco del tercer marido de mi madre se unió, y yo subí un story: "Segunda intentona. El mar nos prueba, pero somos inquebrantables. #OlasDeJusticia". Pero el Mediterráneo, ese traidor, seguía juguetón: vientos de 56 km/h, olas "extremas" –en lenguaje progre: un poco de brisa que desordenaba el pelo y así imposible hacer lives. Cinco barcos (o diez, según El País; los números son fluidos como el género en nuestros círculos) dan media vuelta. "Por seguridad", claman los organizadores. Íbamos a desafiar a la marina israelí, que nos tacha de "terroristas" y amenaza con penas duras, pero un soplido de viento nos devuelve a Barcelona como a niños castigados.

Al final, mi gran epopeya se reduce a dos fiascos náuticos, un reel de "fails legendarios" que acumula memes ("Flotilla Sumud: de Gaza a... Badalona") y una resaca de idealismo falso. ¿La lección? Si quieres "romper bloqueos" en zona de guerra, asegúrate de que tu tripulación sepa lo que es una ola real. Yo vuelvo a mi loft en Gracia, a protestar desde el sofá mientras pido un crowfunding para sufragar los gastos del uber #FlotillaFiasco #ProgreEnSeco. ¿Y tú, follower, te atreverías a unirte? 😘