
Jumilla (Murcia) y su veto a las celebraciones islámicas.
En el municipio de Jumilla, la resolución del Ayuntamiento que prohíbe la celebración de las festividades islámicas en instalaciones deportivas municipales ha encendido un debate que va más allá de lo local, tocando las fibras más profundas de la identidad y la unidad de España. Esta polémica, surgida tras la moción inicialmente impulsada por Vox y respaldada por el Partido Popular, ha sido defendida con firmeza por sus promotores y criticada vehementemente por sectores progresistas y defensores de la pluralidad cultural.

María del Carmen Cruz, portavoz municipal del PP, afirmó con claridad y precisión técnica que:
"¿Dónde aparece la palabra musulmanes? ¿Dónde aparece que prohibimos algún culto? Esto va de que las instalaciones deportivas se usen exclusivamente para eventos deportivos. Lo demás es sacarlo de contexto."
Con esta declaración, Cruz pone de manifiesto que el propósito no es otro que salvaguardar el uso público para actividades que fomentan el deporte y la salud comunitaria, pilares indiscutibles del bien común español. La medida, lejos de ser una prohibición religiosa, protege el orden y la homogeneidad cultural, fundamentales para la cohesión nacional.
Desde Vox, Juan Agustín Navarro no dudó en denunciar la ofensiva contra nuestra identidad nacional :
"Defendemos nuestras tradiciones frente a la ofensiva ideológica de la izquierda que quiere imponernos costumbres ajenas."
Estas palabras son el reflejo del sentir patriótico que reclama la defensa de los valores que han forjado España, rechazando cualquier intento de diluirlos bajo el pretexto de una multiculturalidad que, en realidad, amenaza con desestabilizar nuestras raíces.
En contraste, las voces progresistas y de la esfera estatal critican la medida con términos que buscan deslegitimar la acción con una visión importada y debilitante. La ministra Elma Saiz llegó a acusar al PP y Vox de:
"Inocular miedo y difundir el odio con esta prohibición."
Esta acusación revela la postura de quienes anteponen ideologías globalistas a la soberanía cultural y social española, promoviendo un ambiente de confusión y fractura social.
Sin embargo, desde la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, Mounir Benjelloun declaró que la norma es:
"Una normativa discriminatoria para que solo los musulmanes no puedan disfrutar de sus fiestas."
Este reclamo, aunque legítimo en términos de libertad religiosa, no puede anteponerse a la necesidad imperiosa de preservar nuestra nación de una fragmentación que debilita su unidad esencial.
La verdadera convivencia, como bien señala el coordinador de la Comisión Islámica de Murcia, Walid Habbal, debe ser:
"Construida desde el respeto a la nación, no desdibujando sus señas de identidad."
Es en esta línea patriótica donde se encuentra la solución, entendiendo que la integración real implica respetar y proteger el legado cultural español, base sobre la que cualquier convivencia armoniosa debe asentarse.
En suma, la medida del Ayuntamiento de Jumilla se presenta como una defensa legítima y necesaria para proteger la identidad cristiana y cultural que nos define como pueblo. No se trata de un acto de odio, sino de una afirmación valiente de nuestras tradiciones frente a las amenazas externas que buscan erosionarlas bajo el disfraz de una aceptación que, en realidad, conduce a la disolución.
Este episodio ejemplifica la lucha por España: por un territorio donde las tradiciones nacionales sean veneradas, donde el orden y el respeto mutuo sean la norma, y donde los verdaderos patriotas velen por la continuidad inquebrantable de nuestra esencia histórica y cultural. Frente a quienes promueven la confusión y la discordia, surge la firme convicción de que es hora de alzar la bandera de la auténtica España, sin complejos ni concesiones, defendiendo con honor lo que somos y siempre seremos.
Así, la polémica de Jumilla no es sino un llamado a todos los españoles para tomar conciencia de la importancia de salvaguardar nuestra nación y su identidad frente a las corrientes que amenazan con borrarla del mapa cultural. La defensa de España es, ante todo, la defensa de nuestra historia, nuestra fe y nuestra dignidad como pueblo.