Agharta: El Misterio del Reino Subterráneo

Explorando el mito hiperbóreo de un mundo interno de sabiduría ancestral

Orígenes, conexiones esotéricas y defensas de la teoría

Representación esotérica de AghartaEn el vasto tapiz de mitos europeos, Agharta emerge como un enigma subterráneo, un reino de luz interna que preserva la esencia hiperbórea de nuestras raíces ancestrales. Este artículo desentraña su origen, sus lazos con ritos europeos, su vínculo con la Tierra hueca y las pruebas que sus defensores esgrimen, culminando en el testimonio canalizado de Mariana Stjerna. Inspirado en tradiciones völkisch y simbolismo esotérico, Agharta no es mero folklore, sino un llamado a redescubrir la pureza contra la decadencia moderna.

☰ Capítulo I: Agharta, qué es y de dónde viene

Agharta, también conocido como Agartha o Agharti, representa un reino subterráneo mítico, un paraíso oculto en las entrañas de la Tierra habitado por una civilización avanzada espiritual y tecnológicamente. En el simbolismo esotérico europeo, particularmente en corrientes hiperbóreas, Agharta se erige como un santuario de sabiduría ancestral, un refugio para la pureza frente a la corrupción de la superficie. Su nombre deriva del sánscrito "aghartha", que significa "inaccesible" o "invulnerable", evocando un mundo interno protegido de la decadencia moderna.

Los orígenes de la popularización de este concepto se remontan al siglo XIX, aunque sus raíces se hunden en tradiciones ancestrales.Fue popularizado por el explorador polaco Ferdinand Ossendowski en su libro "Bestias, Hombres y Dioses", publicado en 1922, donde describe un reino subterráneo en Mongolia, gobernado por el "Rey del Mundo" y accesible a través de entradas secretas en montañas como el Himalaya. Ossendowski relata testimonios de lamas tibetanos que hablan de Agharta como un centro de poder espiritual, con millones de habitantes pacíficos y longevos.

Antes de Ossendowski, el francés Louis Jacolliot escribió en 1873 "Los Hijos de Dios", que introdujo Agharta como un imperio antiguo en India, inspirado en mitos hindúes como Patala, un inframundo de nagas y tesoros. Helena Blavatsky, fundadora de la Teosofía, lo integró en su cosmogonía en "La Doctrina Secreta", presentándolo como un remanente de Lemuria y Atlantis, un "centro inicíatico" donde se preserva el conocimiento primordial de civilizaciones a día de hoy perdidas. En contextos europeos, autores como René Guénon en "El Rey del Mundo" lo reinterpretaron como una tradición primordial aria, opuesta al materialismo occidental.

Escritos clave que sustentan el mito incluyen "La Misión de la India en Europa" de Saint-Yves d'Alveydre , quien describe Agharta como una sinarquía utópica con 20 millones de habitantes, gobernada por un Brahâtma. Julius Evola, en "Revuelta contra el Mundo Moderno", lo vincula a Hyperborea, viéndolo como un eje espiritual para la élite heroica europea. En el nacionalismo esotérico, Miguel Serrano en "El Cordón Dorado" lo asocia con energías como el Vril, que podríamos resumirlo muy escuetamente como un poder cósmico hiperbóreo.

Expediciones han alimentado la leyenda. La Sociedad Thule alemana en 1918 buscó entradas a Agharta en expediciones árticas, inspiradas en mitos hiperbóreos. La Ahnenerbe, rama esotérica de las SS, envió misiones a Tibet en 1938, para encontrar vestigios culturales que demuestren el asentamiento europeo ancestral en la zona y posibles accesos a reinos internos . Nicholas Roerich, en su expedición a Asia Central en la decada de los años veinte, documentó relatos de Shamballa, un equivalente de Agharta, como un reino de luz en el desierto de Gobi.

En tradiciones europeas, Agharta se entrelaza con mitos nórdicos como Yggdrasil, cuyo raíces conectan inframundos, y celtas como Annwn, un paraíso subterráneo. Guido von List, en sus obras armanistas, lo ve como guardián de runas ancestrales. Oswald Spengler, aunque más histórico, influye indirectamente al criticar la decadencia occidental, sugiriendo un renacimiento desde raíces ocultas a los ojos de los hombres.

El nombre de Agharta no es solo folklore; en el esoterismo hiperbóreo, simboliza resistencia cultural. Autores como Nimrod de Rosario lo interpretan como una lucha gnóstica entre luz y oscuridad, un arquetipo para formar la identidad europea. Expediciones modernas, como las de exploradores polares que reportan anomalías en el Ártico, continúan alimentando especulaciones, aunque carecen de evidencia científica.

Por toda esta literatura podemos afirmar que Agharta surge de una fusión de escritos orientales e interpretaciones filosóficas europeas, basadas en escritos teosóficos y völkisch.

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☰ Capítulo II: Agharta y ritos de Europa

Agharta, como reino subterráneo de sabiduría, se entrelaza profundamente con ritos y tradiciones esotéricas europeas. En esta visión, Agharta actúa como un santuario telúrico que preserva rituales ancestrales, complementando mitos solares como Hyperborea. Este capítulo explora esas conexiones, destacando cómo ritos germánicos, celtas y chamánicos europeos se alinean con el simbolismo de Agharta.

En la mitología nórdica, Yggdrasil conecta nueve mundos, incluyendo reinos subterráneos como Svartalfheim, hogar de artesanos divinos. Agharta evoca estas raíces cósmicas, un inframundo de conocimiento oculto accesible a iniciados. Autores como Guido von List interpretan las runas como claves a este saber, con Agharta como guardiana de la gnosis armanista, un nivel esotérico de la tradición wotanista u odínica si lo quieres decir así. Ritos como el blót (sacrificios) y el seidr (chamanismo) se ven como puentes a dimensiones internas, similares a entradas a Agharta.

Los ritos celtas, con su énfasis en el Otro Mundo (Annwn o Tir na nOg), paralelizan Agharta como un paraíso subterráneo de abundancia eterna. En tradiciones druidas, cuevas sagradas facilitan viajes espirituales, evocando portales a reinos como Agharta. Julius Evola vincula esto a una tradición primordial aria, donde ritos solares (hiperbóreos) y telúricos (agartianos) forman un dualismo para el renacimiento espiritual.

En el chamanismo preindoeuropeo, como el Bön tibetano influido en Europa, ritos involucran trances para acceder a mundos inferiores, alineándose con descripciones de Agharta como un centro de maestros ascendidos. René Guénon ve en Agharta un "centro espiritual" que resuena con ritos de los que se apropiaron los masónicos europeos,( y no al revés), simbolizando jerarquías iniciáticas.

El movimiento völkisch alemán integró Agharta en ritos neopaganos, con sociedades como la Thule realizando ceremonias para invocar energías hiperbóreas. Miguel Serrano describe ritos que fusionan Agharta con el Vril, una fuerza vital en rituales esotéricos. En contextos NacionalSocialistas, estos ritos defienden la identidad europea contra la modernidad, con Agharta como refugio simbólico.

Los ritos modernos, como los de la Wicca o neodruidismo, incorporan elementos agartianos, enfatizando armonía con la Tierra interna. En el hiperboreísmo, Agharta representa un rito de paso para la élite espiritual, preservando pureza ancestral.

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☰ Capítulo III: Agharta y la Tierra hueca

Para la redacción de este capítulo, asumimos que la teoría de la Tierra hueca es correcta, con el fin de exponer de manera completa y coherente todos los puntos que sus defensores utilizan para sustentarla. Avisando una vez mas que desde el Nacionalista.net no se defiende ningún postulado solo se exponen creencias sin adjetivizar.

Esta perspectiva permite explorar las "evidencias" y argumentos esotéricos sin prejuicios científicos modernos, destacando cómo Agharta se integra como un reino central en esta cosmovisión, un paraíso subterráneo que preserva la sabiduría hiperbórea ancestral. Esta teoría representa un refugio telúrico contra la decadencia superficial, un eje espiritual que une mitos con realidades ocultas.

La teoría de la Tierra hueca postula que nuestro planeta no es una masa sólida, sino una esfera con vastas cavidades internas, accesibles por aberturas polares y habitadas por civilizaciones avanzadas. Agharta emerge como el núcleo de este mundo interno, un reino con su propio sol central que ilumina ecosistemas exuberantes y sociedades longevas. Sus defensores argumentan que esta estructura explica anomalías observadas en la superficie, como variaciones magnéticas y fenómenos polares, interpretando datos científicos como pruebas de un interior habitable.

Los orígenes de esta idea se remontan al siglo XVII con Edmund Halley, quien en 1692 propuso una Tierra compuesta por esferas concéntricas huecas, con atmósferas gaseosas separándolas y un núcleo interno. El cometa Halley debe su nombre a este astrónomo inglés , quien en 1705 calculó que los cometas observados en 1531, 1607 y 1682 eran el mismo objeto y predijo su regreso para 1758-1759. Cuando la predicción se cumplió, la comunidad científica bautizó el cometa en su honor. Halley basaba su hipótesis en observaciones de auroras boreales y variaciones en el campo magnético terrestre, sugiriendo que gases luminosos escapaban de estas cavidades internas. Esta estructura, con diámetros similares a planetas como Venus y Marte, explicaría la densidad terrestre sin necesidad de un núcleo sólido masivo, permitiendo un interior habitable iluminado por un sol central, un objeto físico que no debe confundirse con El Sol Negro (en alemán: Schwarze Sonne) que es un símbolo esotérico y alquímico, no un objeto ni un astro físico literal.

Adentrándonos en el siglo XIX, John Cleves Symmes expandió esta visión en 1818, afirmando aberturas polares gigantes que conectan la superficie con un interior hueco. Symmes argumentaba que exploraciones árticas revelaban corrientes cálidas y migraciones animales inexplicables, indicios de un mundo interno templado. Inspiró expediciones, como la de James Clark Ross, que reportaron anomalías en los polos, interpretadas como bordes de estas entradas. Cyrus Teed, en la década de 1890, propuso un "universo celular" donde vivimos en el interior de una esfera hueca, con el sol como un punto central. Sus mediciones geodésicas en Florida "demostraban" una curvatura cóncava, alineándose con Agharta como un mundo invertido de luz perpetua.

El esoterismo del siglo XIX y XX integra Agharta en esta teoría. Helena Blavatsky, en "La Doctrina Secreta", vincula la Tierra hueca a civilizaciones perdidas como Lemuria y Atlantis, con Agharta como remanente subterráneo preservando conocimiento primordial. Ferdinand Ossendowski y Nicholas Roerich ubican Agharta en Asia Central, accesible por cuevas en el Himalaya o Gobi, basados en relatos de lamas tibetanos sobre un "Rey del Mundo" que gobierna un reino de sabiduría eterna. Roerich documentó expediciones donde guías locales hablaban de entradas secretas custodiadas, con auroras y brújulas erráticas como signos de energías internas.

En tradiciones hiperbóreas europeas, la Tierra hueca complementa Hyperborea como su eje telúrico. Julius Evola y René Guénon ven Agharta como un centro inicíatico ario, opuesto a la decadencia moderna (Kali Yuga). Influenciadas por estas teorias y con el objetivo de arrojar luz o desterrarlas del ideario colectivo , se crearon algunas de las expediciones de la Ahnenerbe, buscando entradas polares en el Ártico y Tibet, interpretando anomalías sísmicas y gravitatorias como evidencia de cavidades. Por ejemplo, variaciones en ondas sísmicas se interpretaron como reflexiones de un interior hueco, no de un núcleo sólido. La gravedad, medida consistentemente, se explica por masas distribuidas en esferas concéntricas, permitiendo un sol interno sin colapso.

Defensores modernos citan "evidencias" como fotos satelitales de "agujeros polares" (queda a discrenimiento del lector decidir si son o no manipuladas y por quién), relatos de exploradores como Richard Byrd , quien afirmó volar sobre un mundo interno verde, y mediciones de densidad terrestre que, reinterpretadas, sugieren huecos. Anomalías magnéticas en los polos se ven como escapes de un sol central, y el campo magnético como generado por rotaciones internas. Miguel Serrano argumenta un modelo cosmogónico con energías como el Vril sustentando este interior, un refugio hiperbóreo contra la globalización que debe ser encontrado.

Aunque la ciencia oficial lo desacredita, asumiendo su veracidad, la Tierra hueca con Agharta explica fenómenos inexplicables.

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☰ Capítulo IV: El libro de Stjerna (Contiene Spoilers importantes)

Agharta: El mundo interno de la Tierra (PDF, 2MB)

En "Agartha: El Mundo Interno de la Tierra" (publicado originalmente en sueco en 2010 y en inglés en 2018), la autora sueca Mariana Stjerna presenta una narrativa canalizada que revela un reino subterráneo utópico, accesible solo a unos pocos privilegiados. Stjerna, una clarividente con experiencia en visiones espirituales, afirma que el protagonista, Timothy "Tim" Brooke, se le apareció durante una meditación para compartir su historia. El libro se estructura como una novela autobiográfica de Tim, un marinero estadounidense rescatado de un naufragio y llevado a Agartha, un mundo interno habitado por descendientes de civilizaciones antiguas como Atlantis y Lemuria. En el contexto esotérico hiperbóreo que nos interesa, esta obra resuena como un testimonio vivo de un refugio ancestral, preservando la pureza espiritual aria contra la decadencia de la superficie moderna.

La trama comienza con el naufragio del barco de Tim en 1950, cerca de la costa de Seattle. Aferrado a un tronco, es rescatado por Mannul Zerpa, un habitante de Agartha, quien lo lleva a través de un túnel submarino al interior de la Tierra. Tim despierta en Telos, una ciudad bajo el Monte Shasta, donde descubre un paraíso de tecnología ecológica y armonía social. Stjerna describe Agartha como una vasta red de 120 ciudades subterráneas, con un sol interno que genera un clima veraniego eterno, vegetación exuberante y energía libre inagotable. Los agartianos, altos y longevos (viven cientos de años gracias a una dieta vegetariana y pensamientos positivos), han eliminado el envejecimiento, el dinero y el crimen, viviendo en unión con la naturaleza y una "Fuente eterna" de Amor universal.

Tim, guiado por Mannul, explora Telos y sus alrededores, encontrando casas redondas sin techos, aerodeslizadores levitantes y una biblioteca holográfica llamada Porthologos, que contiene conocimiento del universo entero, incluyendo hologramas del pasado y futuro. Stjerna enfatiza la creación por pensamiento: los agartianos materializan objetos con la mente, un poder que Tim aprende gradualmente. Encuentros con maestros ascendidos como San Germain (un ser multidimensional que guía la transformación) y Melchizedek (rey de reyes que enseña virtudes como el amor y el perdón) forman el núcleo espiritual. San Germain explica que Agartha es un puente dimensional, con partes en la quinta dimensión invisibles para los terrícolas tridimensionales.

La narrativa se desarrolla en 35 capítulos, intercalando aventuras de Tim con lecciones esotéricas. Tras visitar su hogar en Seattle y descubrir la muerte de su familia, Tim regresa a Agartha, se casa con Sisilla en una "Unión de Amor" (ceremonia sin divorcios, simbolizando páginas blancas del futuro) y forma una familia. Explora regiones como Shamballa (la capital, un paraíso de calles de oro y paz eterna), el Gran Abismo (hogar de gigantes agricultores) y junglas internas con animales pacíficos. Stjerna critica la superficie por su codicia, guerras religiosas y destrucción ambiental, prediciendo cambios cataclísmicos alrededor de 2012 que hasta día de hoy no se han cumplido,donde Agartha emergerá para ayudar a la humanidad a ascender dimensionalmente. Aunque algunos librepensadores defienden su profetización sobre el evento de la covid-19.

Los temas centrales resuenan con el simbolismo : Agartha como refugio de sabiduría primordial, donde la inmortalidad y la levitación simbolizan la superioridad espiritual aria. Stjerna conecta esto con mitos antiguos, afirmando que agartianos son descendientes de atlantes y lemurianos, guardianes de energías como el electromagnetismo cristalino. Valores como la compasión, la humildad y el vegetarianismo detienen el envejecimiento, ofreciendo un modelo contra la "carrera de locos" materialista de la superficie. Predicciones incluyen la reversión de polos terrestres y la necesidad de pensamientos positivos para sobrevivir, con Agartha como salvador para almas evolucionadas.

Personajes clave enriquecen la historia: Mannul como mentor, Sisilla como esposa ideal, y figuras como Valencio (hijo ilegítimo de un papa, crítico del Vaticano) que exponen hipocresías religiosas. Stjerna integra elementos chamánicos, como encuentros con animales salvajes y elementales (espíritus de la naturaleza), y visitas a culturas superficiales como aborígenes australianos o chinos, destacando la necesidad de una unidad global. El epílogo de la autora refuerza que Agartha es real, un llamado a la conciencia para un renacimiento espiritual, con saludos de sus habitantes a los lectores.

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☰ Capítulo V: Conclusión — Creas lo que creas.

A lo largo de este artículo, hemos descendido a las profundidades del mito de Agharta, explorando sus orígenes esotéricos, sus lazos con ritos ancestrales europeos, su integración en la teoría de la Tierra hueca y las "evidencias" que sus defensores esgrimen con pasión. Hemos asumido, para fines expositivos, la validez de estas ideas, permitiendo que el simbolismo hiperbóreo fluya sin las ataduras del escepticismo moderno. Ahora, en esta despedida, es momento de elevarnos de nuevo a la superficie, no para descartar lo explorado, sino para reflexionar sobre su significado más profundo. Creas lo que creas —ya sea que veas Agharta como un reino literal bajo nuestros pies o como un arquetipo espiritual—, es imperativo que conozcas tus orígenes. En un mundo de globalización y decadencia cultural, estos mitos nos recuerdan la esencia de nuestra herencia europea, un llamado a redescubrir la pureza ancestral que late en lo más hondo de nuestra identidad colectiva.

Recapitulando nuestro viaje, el Capítulo I nos sumergió en las raíces de Agharta, un concepto forjado en el siglo XIX por visionarios como Ossendowski y Blavatsky, inspirado en mitos orientales y reinterpretado en el esoterismo europeo como un santuario hiperbóreo. Expediciones como las de la Ahnenerbe no fueron meras aventuras; representaron una búsqueda genuina de pruebas que validaran un linaje ario perdido, conectando Agharta con civilizaciones primordiales como Atlantis y Lemuria. En el Capítulo II, exploramos sus vínculos con ritos europeos: desde las runas armanistas de Guido von List, que ven en Agharta un guardián de la gnosis oculta, hasta los trances chamánicos celtas y nórdicos que evocan portales a reinos internos. Julius Evola nos enseñó que estos ritos no son reliquias del pasado, sino herramientas para una revuelta espiritual contra el mundo moderno, donde Agharta simboliza el eje telúrico que complementa la luz solar de Hyperborea.

El Capítulo III, asumiendo la veracidad de la Tierra hueca,se nos presentó ante los ojos un modelo cosmogónico donde Agharta es el corazón luminoso de un planeta vivo, con un sol interno que explica anomalías magnéticas y geológicas observadas por pioneros como Halley y Symmes. Expediciones al Ártico y Tíbet, relatos de exploradores como Roerich y reinterpretaciones de datos sísmicos se convierten, en esta lente, en confirmaciones de un mundo interno habitable, un refugio para la élite espiritual. Finalmente, el Capítulo IV profundizó en el testimonio canalizado de Mariana Stjerna, quien describe Agartha no como fantasía, sino como una realidad vibrante de ciudades etéreas Sus predicciones de cambios post-2012, aunque no literales, resuenan con un despertar colectivo que, en el hiperboreísmo, llama a la acción contra la modernidad materialista.

Creas lo que creas, estos mitos no son meras curiosidades; son un espejo de nuestras raíces europeas. En un era de disolución cultural, donde la globalización diluye identidades y el materialismo ahoga el espíritu, Agharta nos invita a reconectar con lo hiperbóreo: esa tierra primordial de luz perpetua, pureza racial y sabiduría eterna que define nuestra esencia. Autores nos recuerdan que conocer nuestros orígenes no es un lujo, sino una necesidad vital para resistir el Kali Yuga, la era de oscuridad profetizada en tradiciones ancestrales. "Bla bla bla gratuito" o "mucho texto "podrías decir, pero considera: ¿y si estos relatos ocultan verdades que la ciencia oficial ignora? ¿Y si Agharta representa no un lugar físico, sino un estado del ser, un llamado a elevarnos por encima de la mediocridad contemporánea?

En el nacionalismo europeo, explorar estos orígenes fortalece nuestra identidad, recordándonos que somos herederos de gigantes espirituales, no meros consumidores en un mundo desalmado.

Imagina, lector, que Agharta existe en lo profundo de tu linaje: un sol interno que ilumina el camino hacia la excelencia. Creas en sus cuevas literales o en su simbolismo, el mensaje es claro: vuelve a tus raíces hiperbóreas. Estudia las runas de von List, medita en las visiones de Stjerna, reflexiona sobre los ciclos de Spengler. En un mundo que nos aleja de nuestra herencia, conocer tus orígenes es un acto de rebeldía, un paso hacia la reconquista espiritual. Bla bla bla, sí es cierto, pero ¿y si éste es el bla bla bla que tu alma anhela? Te invito a investigar, a cuestionar, a soñar con un renacimiento europeo. Que este artículo sea el portal a tu propia Agartha interior, un recordatorio de que, creas lo que creas, tus orígenes definen tu destino.

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